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ISSN 1989-4163

NUMERO 67 - NOVIEMBRE 2015

Modelos de Mujer (III) - La Escéptica

Mª Ángeles Cabré

 

Ser incrédulo no es exactamente ser escéptico, pero se le parece. La escéptica no cree en nada, ni siquiera en ella misma, y hace bien, me refiero a que hace bien en no creen en ella misma siendo como es una tipa que no cree lo que se dice en nada. Si uno no cree en lo que tiene a su alrededor, bien visible, ni en lo que constata a diario, ni en lo que sucederá después de haber dado los mismos pasos que la llevaron en una ocasión a hacer que acaeciera algo, no es que tenga un problema de fe, es que niega la mayor y le conviene pincharse el brazo con un alfiler para despertar de una vez.

La escéptica estudia pero sin grandes esperanzas de sacar buenas notas (aunque quizás las saque siempre) y, si se presenta como candidata a un empleo y borda la entrevista, al salir le embarga una sensación de duda existencial que se le sube a la garganta y allí se le instala, ya perenne, hasta que la escupe en forma de: “No sé qué tal fue”, “Vete a saber”, “No estoy segura”, “Para mí que no soy exactamente la persona que buscan”… Incluso cuando el deseo de creer algo o en algo se le hace acuciante, otro algo acaba inclinando la balanza hacia un “Apostaría a que no”.
Pensando en los ángeles, conjura al demonio, y si alguien le dice que no sea agorera, se parapeta tras un vago pesimismo de orden casi filosófico, de esos que llevan a encogerse de hombros y soltar un “Bah”. Aunque como ser escéptico y vivir encaramado a los hombros del escepticismo resulta a todas luces agotador -¡uffffff!-, casi tanto como ser un aguafiestas, la escéptica batalla a ratos con la normalidad y, a veces, hasta cae en la tentación de ponerse flamenca: “Mira que si…”, va y suelta de vez en cuando como para descansar.

Escéptica es la que no compra jamás lotería porque cree que no toca (y tiene razón, pues dicen las estadísticas que hay tantas posibilidades de que te toque como de que te parta un rayo, en el sentido literal). También es escéptica la que no se entrega en exceso a la amistad por miedo a recibir como pago la traición, cosa que suele suceder a menudo te entregues o no (¡ay, la falsa inocuidad de la amistad!). Tampoco sabe de proyectos porque por el camino se pierde y los deja varados en la cuneta, engrosando la lista de todo aquello que pudo ser y no fue. Y en cuanto a sus sueños, tienen la misma consistencia que el mármol, impenetrable y frío. De ahí que tan sólo cuando delira de fiebre sea capaz de atisbar por un instante un horizonte afirmativo.

Por mucho que la animes a cambiar de tercio, la escéptica no ceja: está la mar de cómoda en su mirar receloso y asustadizo, mientras los demás nos zambullimos en el mar de las falsas esperanzas, para salir casi siempre hechos una piltrafa, cuando no directamente en el mar de los deseos casi cumplidos, que son los peores. ¡Quién fuera escéptica para no creer ni en el amor ni en ninguna de sus torticeras variantes! O para poder darnos media vuelta cuando en la esquina acecha el optimismo, pues sabemos que un pesimista es un optimista bien informado.

A una amiga escéptica no la hallarás nunca en la disyuntiva de elegir entre un amor que le tiene sorbido el seso y otro por el que daría un brazo, pues ambos le suscitan idéntica desconfianza y, aunque se le pongan de rodillas, lo achacaría a una repentina y ridícula flojera de piernas. ¡Escépticas del mundo, uníos, pues vuestro es el cielo de los que piensan que a esta vida no hemos venido a hacer nada bueno y mucho menos a recibir premios!
En parte escépticas fueron también las muchas mujeres que no creyeron y no creen a pies juntillas en los dictados del patriarcado, la moda o lo que sea, por considerarlos más inútiles que otra cosa, y decidieron y deciden ir por libre, desafiando la corriente. Y es que un cierto escepticismo lúcido no está de más, cuando a diestro y siniestro los crédulos llenan el mundo de burricie y borreguismo. ¿Fue escéptica Betty Friedan al no creer que las amas de casa norteamericanas de los años 50 eran felices con sus aspiradoras último modelo y sólo se tomaban un lingotazo de vez en cuando para aligerar la tensión lumbar? ¿Es escéptica la editora que piensa que cada vez se venden menos libros aunque el gobierno y la prensa insistan en decirnos que repunta el consumo cultural?

Escépticas del mundo, uníos, que vuestro momento histórico es este, donde reina el caos y el desconcierto y en cada esquina hay alguien que quiere darnos gato por liebre.

 

 

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